Prematuridad y bajo peso al nacer

La supervivencia de los bebés prematuros ha aumentado notablemente a lo largo de las últimas décadas, por lo que el reto actual es ofrecerles una adecuada calidad de vida y asegurarles el menor número de secuelas posibles. Los estudios indican que el 40% de los grandes prematuros muestra secuelas cognitivas a la edad de 5 años, así como una cuarta parte muestran retrasos cognitivos.

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La OMS define el nacimiento prematuro como aquel que se da antes de completar las 37 semanas de gestación. Este es el tiempo necesario para que todos los órganos (incluyendo el cerebro) alcancen una suficiente madurez. Según el INE un 6,2% de los nacimientos durante el año 2012, fueron considerados prematuros.

La clave está en la detección precoz, ya que es la mejor forma de aprovechar la gran plasticidad cerebral. En muchas ocasiones esta detección se realiza entre los 6 meses de gestación y los 2 años, pero a veces se detecta a partir de los 5 años, momento en el que el niño acude a la escuela y se hacen más evidentes las dificultades.

«No hay una verdadera lesión, pero sí una reprogramación que influye en las áreas relacionadas con las funciones cognitivas. Si se detecta entre los 6 meses de gestación y los 2 años, como el cerebro del bebé es extraordinariamente plástico, se puede estimular y corregir. Pero muchas veces se detecta a partir de los 5 años, cuando el niño ya va al colegio» concluye Eduard Gratacós (jefe de medicina maternofetal del hospital Clínic de Barcelona) en una entrevista concedida a El País.

Las repercusiones varían en función del peso al nacer y la edad gestacional, pero puede comportar una variada afectación del desarrollo y diversas repercusiones a lo largo del ciclo vital.

La edad gestacional y el peso al nacimiento son dos marcadores clínicos que se utilizan para pronosticar el desarrollo del niño. Algunos autores sugieren que el peso al nacer es una variable más objetiva y fiable que la edad gestacional, siendo mejor predictor de la evolución a largo plazo.

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La patología más frecuente es la derivada del “binomio inmadurez-hipoxia”, consecuencia del breve período gestacional y la ineficiencia de la adaptación respiratoria postnatal. A causa de la inmadurez orgánica, se pueden dar numerosas complicaciones neonatales  que afecten a un amplio conjunto de órganos, entre ellos el sistema nervioso central. Los procesos de desarrollo abarcan el período embrionario, fetal y postnatal, cualquier agresión es estos periodos pueden perturbar el curso del desarrollo normal.

Las diferentes técnicas de nueroimagen evidencian diferencias significativas entre los nacidos a término y los prematuros. Entre ellas destacan: inmadurez en la vascularización cerebral, daño en la sustancia blanca secundaria a distintas  formas de lesión (leucomalacia periventricular, hemorragia intraventricular, infarto periventricular…) y daño en la sustancia gris a nivel cortical y subcortical. Estos dos hechos son los principales contribuyentes de las alteraciones observadas del desarrollo neurológico y neuropsicológico.

Las consecuencias de la prematuridad deben ser evaluadas a largo plazo, tanto en la infancia, adolescencia y edad adulta. Al crecer las demandas sociales y académicas aumentan, pudiendo hacer más evidentes algunos déficits o intensificando los ya existentes.

A pesar de ser un grupo muy heterogéneo y de las ocasionales limitaciones a la hora de evaluar a estos niños, las características neuropsicológicas más frecuentes de niños y adolescentes prematuros o con bajo peso al nacer son:

  • Retraso en el desarrollo cognitivo y motor.
  • Función cognitiva global (CI) dentro del rango normativo aunque significativamente más baja.
  • Peor rendimiento en tareas manipulativas en comparación con tareas verbales.
  • Alteración en las funciones ejecutivas: atención, control de impulsos, memoria de trabajo, flexibilidad mental, resolución de problemas, planificación y organización
  • Alteraciones en la memoria y aprendizaje.
  • Alteraciones en tareas visoperceptivas y visoconstructivas.
  • Alteraciones en lingüísticas (producción léxica y conciencia fonológica) y dificultades en la adquisición de la alfabetización (comprensión y mecánica lectora y escritura)
  • Alteración en la velocidad de procesamiento.
  • Dificultades emocionales y conductuales, como por ejemplo, desatención, conductas disruptivas, ansiedad, depresión y pocas habilidades sociales.

Puesto que estos niños son considerados recién nacidos de alto riesgo biológico necesitan una atención especial médica, neuropsicológica y educativa. Tanto el niño como su núcleo familiar precisan un abordaje multidisciplinar continuado a lo largo de las diferentes etapas vitales.

Prematuridad

Bibliografía consultada: Larroque, B. y cols.(2008). Neurodevelopmental disabilities and special care of 5-years-old children born before 33 weeks of gestation (the EPIPAGE study): a longitudinal cohort study. The Lancet, 371 (9615), pp. 813-820; Portellano J.A. (2007). Neuropsicología infantil. Madrid: Editorial Síntesis; Brown, R.T. (2004). Handbook of pediatric psychology in school settings. London: Lawrence Erlbaum associates; Enseñat, A., Roig, T. y García, A. (2015). Neuropsicología pediátrica. Madrid: Editorial Síntesis.

Judith Mata

Psicóloga General Sanitaria / Neuropsicóloga (col. 22.407)

Desarrollo de las Funciones Ejecutivas

Para cerrar el ciclo de “Desarrollo de las funciones cognitivas” os presentamos el artículo correspondiente a las funciones ejecutivas. ¿Podemos hablar de funciones ejecutivas y niños? Continuad leyendo para encontrar la respuesta.

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El término funciones ejecutivas hace referencia a procesos tan variados como el establecimiento de metas, la formulación de hipótesis, la planificación, la focalización y mantenimiento de la atención, la generación de estrategias, la monitorización de la conducta, la capacidad de resolución de problemas, la flexibilidad cognitiva, la memoria de trabajo, la inhibición de respuestas o el control de las emociones. Todas estas funciones implican componentes tanto de naturaleza cognitiva como emocional y juegan un papel esencial en la regulación de la conducta orientada a un objetivo. Ha habido numerosos intentos de clasificarlas, bien basándose en criterios funcionales entre funciones ejecutivas (frías-cold) y funciones afectivas (cálidas-hot), o entre funciones estratégicas o dinámicas, o bien haciendo más hincapié en aspectos neuroanatómicos.

Se han propuesto las áreas prefrontales del cerebro como la base neurológica de las funciones ejecutivas. En concreto éstas se han relacionado con la subdivisión dorsolateral, mientras que las afectivas con las regiones órbitofrontal y ventromedial. No obstante, la corteza prefrontal se caracteriza por su dinamismo y flexibilidad, con lo que las funciones desempeñadas por estas áreas dependerían en gran medida de otras regiones del cerebro, como las zonas corticales posteriores y otras estructuras límbicas y basales.

También se ha sugerido que la participación del lóbulo frontal y sus conexiones en el funcionamiento ejecutivo podría no ser homogénea, de lo que se desprende que diversas regiones cerebrales participarían de manera diferencial en diferentes funciones. Un aspecto que confirma esta idea es el hecho de que estas funciones parecen desarrollarse de forma progresiva pero asimétrica, es decir, a diferentes ritmos.

Estos componentes no maduran completamente hasta la edad adulta, ya que a pesar de que la corteza prefrontal comienza su desarrollo en un periodo prenatal, no llegará a su madurez evolutiva hasta la década de los 30, cuando finaliza su mielinización.

El control atencional (atención selectiva, inhibición de respuestas, autorregulación y autosupervisión) es el primer componente que madura. La capacidad de orientar la atención  (atención selectiva) se observa ya en los primeros meses de vida, cuando el bebé puede fijarse en un estímulo central si no hay distractores. Esta capacidad de implicación subcortical en pocos meses mejora en relación con la mayor implicación cortical, aunque no será hasta los 6 años que no muestre una estrategia de búsqueda similar a la observada en los adultos.

En cuanto al control inhibitorio, los niños en etapa preescolar ya muestran cierta capacidad inhibitoria ante respuestas prepotentes o placenteras, aunque esta capacidad sea todavía inmadura y dependiente de las demandas de la tarea. A partir de ese momento se mejora en rapidez y adecuación. Esta capacidad muestra un desarrollo notable a los 9 años y de forma posterior durante la adolescencia, mostrando alrededor de los 15 años una eficiente capacidad en tareas de inhibición altamente demandantes.

Cierta flexibilidad cognitiva (memoria de trabajo, atención dividida y formación de conceptos) se observa ya en niños de 3-5 años capaces de clasificar ítems en dos categorías cognitivas diferentes. Pero a partir de los 7 años y hasta la adolescencia incrementa esta capacidad permitiendo dar respuesta a tareas más complejas. Podríamos decir que antes de los 3-5 años, los niños son dependientes del estímulo, responden de forma rígida y estereotipada y se hallan orientados en el presente. Es a partir de esa edad cuando emerge la capacidad de actuar de forma flexible y orientándose hacia el futuro. Estos cambios les permiten formular y participar en juegos de reglas más complejas.

En relación a la memoria de trabajo, ésta muestra un incremento importante hacia los 11 años y entre los 15-19 años. Sin embargo, a los 8 meses se puede observar ya cierta capacidad rudimentaria y entre los 7-12 meses se observa un aumento del periodo de resistencia a la demora, es decir, presentan una mayor capacidad para mantener información on line.  A partir de los 15-30 años se estima que existe un pico de desarrollo en su capacidad para manipular y transformar información

En cuanto al establecimiento de metas (planificación, solución de problemas y conducta estratégica para conseguir objetivos) se podría decir que durante la etapa preescolar es escaso. Entre los 5-8 años van apareciendo conductas estratégicas, más organizadas y eficientes, así como una mejor capacidad de metacognición (capacidad de evaluación y autorregulación de los propios procesos cognitivos). Si bien no alcanzan niveles óptimos hasta edades más tardías, observándose un incremento considerable a los 12 años y entre los 15-19 años.

En relación a la capacidad afectiva, alrededor del 9-12 meses los niños tienen expectativas de sus acciones e identifican las preferencias de los demás. A los 18 meses ya empiezan a entender también las intenciones. Gracias al incremento de estas capacidades, hacia los 2 años pueden expresarse mediante el juego simbólico. Hacia los 3-5 años se consolida la teoría de la mente. Alrededor de los 7 años pueden comprender estados mentales conflictivos como por ejemplo experimentar felicidad y tristeza al mismo tiempo. En los años siguientes comprenderán las metáforas, las decepciones sociales y la inadecuación de la conducta en un determinado contexto.

Los niños de 3-6 años toman decisiones en base a las recompensas inmediatas, ya que no será hasta la adolescencia que esta capacidad mejore sustancialmente.

Desarrollo FFEE

Bibliografía consultada: Enseñat, A., Roig, T. y García, A. (2015). Neuropsicología pediátrica. Madrid: Editorial Síntesis; García, T., González-Castro, P., Areces, D., Cueli, M. y Rodriguez, C. (2014). Funciones ejecutivas en niños y adolescentes: implicaciones del tipo de medidas de evaluación empleadas para su validez en contextos clínicos y educativos. Papeles del Psicólogo, 35 (3), pp. 215-223; García, A., Enseñat, A., Tirapu, J. y Roig, T. (2009). Maduración de la corteza prefrontal y desarrollo de las funciones ejecutivas durante lo primeros cinco años de vida. Revista de neurología, 48 (8), 435-440.

Judith Mata

Psicóloga General Sanitaria / Neuropsicóloga (col. 22.407)

DESARROLLO DE LA PERCEPCIÓN

Un mundo de colores, sabores, texturas, sonidos y olores se descubre frente a la carita de un bebé que acaba de llegar al mundo. Este pequeño ser nace con algunos recursos necesarios para explorar y conocer el mundo mediante sus sentidos, aunque también deberá tener paciencia y crecer para poder contar con el amplio abanico de capacidades perceptivas. En esta entrada nos centraremos únicamente en la percepción auditiva y en la visual (haciendo especial hincapié en el reconocimiento de caras y las habilidades visoespaciales). Los diferentes sistemas sensoriales muestran distintos ritmos de maduración, así como también sus diferentes componentes. Echémosle un vistazo.

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Percepción Auditiva

Su desarrollo completo finaliza a los 10 años aproximadamente, aunque atendiendo a los diferentes aspectos, veremos distintos desarrollos. Por ejemplo, la resolución de frecuencia (detección de un tono en presencia de un tono cercano) se desarrolla alrededor de los 6 meses, mientras que la discriminación de frecuencia (diferenciar dos tonos presentados secuencialmente) se acaba de desarrollar a los 10 años.

Percepción Visual

Durante el primer año de vida, el sistema visual pasa de estructuras subcorticales a un mayor dominio cortical, lo que se manifiesta como una mejora notable en coordinación oculomotora y agudeza visual.

La Vía dorsal, encargada del procesamiento del movimiento, se desarrolla precozmente en comparación con la Vía ventral, encargada del procesamiento de la forma de los objetos, lugares y caras.

Puesto que somos seres sociales, el procesamiento de caras madura muy pronto. Cuando nacemos ya nos llaman especialmente la atención los rostros y somos capaces de procesarlos de manera holística, representando así su estructura. El reconocimiento de caras está vinculado al giro fusiforme, el cual va creciendo hasta los 11 años, sin embargo, a los 5 años o un poco antes se ha alcanzado ya una adecuada madurez en la percepción de caras. Es decir, alrededor de los 5 años, somos capaces de procesarlas de una manera global (integrando toda la información), de diferenciarlas en función de la distancia, de reconocer la individualidad y somos capaces de aprender otras nuevas, pudiendo discriminar las conocidas a pesar de los cambios de perspectivas.

Sin duda, la experiencia es imprescindible en la niñez temprana para lograr una correcta maduración de estos aspectos. Así también, el reconocimiento de caras “va de la mano” del desarrollo del reconocimiento de la expresión emocional (muy dependiente de la amígdala). Es decir, es necesaria una adecuada conexión entre el giro fusiforme y estructuras del sistema límbico.

Habilidades visoespaciales

En comparación con el lenguaje, el procesamiento espacial está menos lateralizado en el hemisferio derecho, es decir, la especialización intrahemisférica es más difusa cuando aún somos pequeños. Por otro lado, su desarrollo también es más tardío en comparación con las habilidades verbales. Aun así, con muy pocos meses de edad ya se observa una diferenciación funcional entre los dos hemisferios.

Las funciones espaciales simples podrán ser asumidas por cualquier hemisferio, pero aquellas más complejas requerirán de una lateralización e integridad mayor del hemisferio derecho. Estas habilidades visoespaciales más complejas (seguimientos de rutas, lectura de mapas) alcanzan su madurez más tardíamente, alrededor de los 10 años (momento en el que se alcanza cierto grado de madurez e integración del hemisferio derecho).

Percepción

Bibliografía consultada:

Rosselli, M., Matute, E. y Adilla, A. (2010). Neuropsicología del desarrollo infantil. México: El Manual Moderno.; Enseñat, A., Roig, T. y García, A. (2015). Neuropsicología pediátrica. Madrid: Editorial Síntesis.

Judith Mata

Psicóloga General Sanitaria / Neuropsicóloga (col. 22.407)

DESARROLLO DE LA MEMORIA

¿Por qué no tenemos ningún recuerdo de nuestros primeros dos años de vida? ¿Por qué de pequeños nos acordamos más de los detalles visuales de una escena y en cambio nos cuesta más memorizar un texto? Estas y otras muchas preguntas intentarán ser respondidas en la siguiente entrada.

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Hablar de memoria supone un reto. Son tantos los aspectos relevantes a comentar que podríamos hacer mil y una entradas. Podríamos hablar de las etapas del proceso de memorización (codificación, almacenamiento y evocación), de los circuitos implicados en la memoria a largo plazo (los circuitos reverberantes de Hebb), de los cambios a nivel cerebral que supone cada aprendizaje, o de su papel en la identidad personal, pero estos serán temas de otras entradas, ¡paciencia!. En esta nombraremos algunos datos relacionados con la memoria y el desarrollo cerebral.

Cuando nos hacemos mayores somos capaces de memorizar más datos, pero ¿esto refleja una mayor capacidad de almacenamiento o un mejor uso de estrategias de memorización? Aunque es indudable que el volumen de nuestra memoria aumenta con la edad, en parte debido a la implicación de un mayor número de neuronas en su proceso, parece ser que el factor con mayor peso es el uso de estrategias más eficientes o metamemoria.

Un hecho curioso es la amnesia infantil. Si lo pensamos, no tenemos ningún recuerdo de nuestros primeros dos años de vida. Esto es así debido a una escasa maduración de la región encargada de pasar nuestros recuerdos a largo plazo. ¡Curioso dato! Nuestra memoria para hechos vivenciales va mejorando con la edad, gracias a la maduración de las regiones encargadas, pero también gracias a la maduración de otras funciones más básicas como la atención o la velocidad de procesamiento. Así, también “va de la mano” de la evolución de estrategias más eficientes de codificación (hecho dependiente de la maduración de la corteza prefrontal).

Es por eso, que cuando somos pequeños solemos mostrar una mejor memoria visual, frente a la de contenido verbal.  De hecho, los estudios sugieren que durante los primeros seis años, la memoria asociativa es la que más fuerza tiene ya que es la muestra una maduración más temprana. Este hecho es importante de cara a la educación de los más pequeños de la casa.

Otro tipo de memoria de rápido desarrollo es la memoria procedimental (aprendizajes motores). Este tipo de memoria depende, entre otras regiones, del cerebelo, el cual muestra un desarrollo de aproximadamente un 240% durante los dos primeros años.

En contraposición, parece ser que la memoria autobiográfica es la más tardía en madurar tanto a nivel filogenético como ontogenético. Esto es así porque este tipo de memoria necesita cierto grado de maduración de otras funciones cognitivas complejas y del sentido de uno mismo en un continuo temporal.

Estos son algunos de los datos curiosos acerca de la memoria y su relación con el desarrollo cerebral. Os animamos a seguir las entradas futuras acerca de esta gran función cognitiva llena de misterios y curiosidades.

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Bibliografía consultada:

Rosselli, M., Matute, E. y Ardilla, A. (2010). Neuropsicología del desarrollo infantil. México: El Manual Moderno.; Enseñat, A., Roig, T. y García, A. (2015). Neuropsicología pediátrica. Madrid: Editorial Síntesis.

Judith Mata

Psicóloga General Sanitaria / Neuropsicóloga (col. 22.407)

DESARROLLO DEL LENGUAJE

“Mi hijo tiene 10 meses y no habla ¿esto es normal?”, “Tiene 4 años pero pronuncia mal algunos sonidos ¿algo anda mal?” A continuación se explican las diferentes etapas del desarrollo normal del lenguaje.

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A continuación nos gustaría abordar el desarrollo de una gran función: el lenguaje. El lenguaje nos permite comunicar, estructurar y definir nuestro mundo, hablar de aquello que ya no está o que ni siquiera existe… Sin duda, su existencia modificó nuestro cerebro y nuestro mundo.

El lenguaje presenta periodos críticos y sensibles, donde la interacción con personas es fundamental. Aunque la estimulación ambiental es básica, también se necesita cierto grado de maduración cerebral.

Periodo pre-lingüístico:

 Recién nacido: únicamente se expresan mediante el llanto.

– 3 meses: aparece la protoconversación, es decir, el intercambio de sonidos por parte del bebé con intención de comunicarse. Empieza el balbuceo. Esta repetición y práctica de sonidos es fundamental en el desarrollo del lenguaje.

4 meses: aparecen conductas protoimperativas, es decir, comienzan a usar de una forma consciente al adulto como una forma de alcanzar una meta.

– 6 meses: Continúa la práctica del balbuceo, escuchan atentamente el habla de las personas y aparecen diversas expresiones faciales.

9 meses: Dicen “ba,da,ba” y son capaces de imitar sonidos sencillos, así como decir adiós con la manita.

10 meses: se da la primera adquisición de las vocales, más tarde, a los 12 meses se adquieren las consonantes.

Periodo lingüístico:

– 12 meses: tras la adquisición de las consonantes empiezan a combinar sonidos, apareciendo así las primeras palabras comunicativas. Estas suelen referirse a objetos concretos. Surgen las conductas protodeclarativas, es decir, esfuerzos realizados para llamar la atención del adulto y hacerle conocedor de un hecho. A estas edades comprenden ya varios sustantivos y son capaces de decir de 2 a 4 palabras. Sin embargo, se estima que incluyen en su léxico unas 10 palabras al mes.

18-24 meses: comienzan a hacer frases de más de dos palabras, mejora su comprensión y empiezan a usar el lenguaje según el contexto. Su pronunciación mejora notablemente y empiezan a hacer flexiones como las de género y número. Empiezan a usar artículos demostrativos, pronombres y los tiempos verbales infinitivo y presente. Aprenden 24 palabras nuevas al mes.

Aprendizaje sintáctico:

24 meses: las frases son cada vez más largas y empiezan a mostrar una estructura sintáctica (sujeto-verbo-predicado). En dos meses, ¡pueden llegar a incorporar entre 300 y 1.000 palabras!

3 años: pronunciación correcta de diptongos y sonidos consonánticos. Empiezan a realizar oraciones interrogativas.

4 años: el repertorio fonético está casi completo, mostrando además un adecuado dominio de construcciones sintácticas simples.

5 años: comienzan a reconocer las letras y manejar con soltura los usos del lenguaje como la negociación, aclaración malentendidos, hablar del futuro…

12 años: el discurso se vuelve significativamente más complejo a nivel sintáctico.

Adolescencia-Adulto: dominio pragmático del lenguaje y uso social.  Capacidad de adaptar nuestro lenguaje según el contexto.

Como señales de alarma destacar la pérdida de balbuceo entre los 12-24 meses y la presencia de estereotipias verbales hasta los 34 meses aproximadamente. La ausencia de lenguaje antes de los 5 años es un signo de mal pronóstico para el desarrollo global. También es importante mencionar que hasta los 4 años aproximadamente son normales los defectos en la fluidez y articulación. Frente a cualquier duda, lo mejor es ponernos en contacto con el pediatra del pequeño.

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Bibliografía consultada:

Rosselli, M., Matute, E. y Adilla, A. (2010). Neuropsicología del desarrollo infantil. México: El Manual Moderno.; “Tabla de desarrollo Haizea-Llevant (0-5 años)” Gobierno de La Rioja. Consejería de Salud, Consumo y Bienestar Social; Enseñat, A., Roig, T. y García, A. (2015). Neuropsicología pediátrica. Madrid: Editorial Síntesis.

Judith Mata

Psicóloga General Sanitaria / Neuropsicóloga (col. 22.407)

Desarrollo de la conducta motora

¿A qué edad comenzamos a caminar? ¿Y a saltar? ¿Y a poder saltar a la pata coja? Estas y muchas otras preguntas serán contestadas en la siguiente entrada acerca del desarrollo de la conducta motora.

Desarrollo motor

En las próximas entradas nos gustaría abordar el desarrollo normal de diferentes funciones cerebrales: conducta motora, lenguaje, memoria, etc. Nuestro objetivo es dar a conocer la evolución normalizada y los distintos signos de alarma que deben hacernos sospechar de que “algo no anda bien” y si es precisa una opinión profesional. Por lo tanto, el principal objetivo de las siguientes entradas es la prevención y detección precoz, herramienta que puede garantizar un mejor abordaje en caso de evidenciarse alguna alteración.

Hoy hablaremos del desarrollo de la conducta motora en los niños.

  Si observamos a un feto, veríamos que sus movimientos son globales y que tras el nacimiento éstos se vuelven más específicos, pudiendo articular los brazos o piernas concretamente.

   Recién nacido: muestra reflejos innatos como el de succión, búsqueda, chupeteo o el reflejo de moro.

   6 semanas: el niño ya es capaz de girar la cabeza, mirar a la cara de mamá/papá e incluso seguir objetos con la mirada.

  3 meses: ya se observa soporte cefálico (sostiene la cabeza) y cierta coordinación visomanual, es decir, puede dirigir la mano hacia los objetos que le interesan.

   4 meses: es capaz de sentarse, pero con apoyos y durante periodos cortos.

  6 meses: es capaz de voltearse cuando está tumbado. Gracias a esta mejora en la postura y mayores capacidades visomotoras, es capaz de explorar objetos y transferirlos de una mano a otra (inicio de movimientos coordinados bimanualmente).

  9 meses: comienza el gateo (¡Ya no hay quien los pare!) y se desarrolla la prensión manual siendo capaz de tomar objetos utilizando independientemente el pulgar o el dedo índice. Ahora sí, es capaz de sentarse sin apoyos.

  10 meses: es capaz de estar de pie apoyándose en algún lugar y de señalar con su dedo índice.

  11 meses: camina siempre que haya dos apoyos, es decir, dos personas que le den la manita.

  12 meses: es capaz de caminar solo, sin apoyos y empieza la gran aventura ¡descubrir el mundo!

   14 meses: comienza a dibujar espontáneamente, eso sí, son garabatos (o arte abstracto, estos adultos no se enteran…).

 18 meses: pueden correr, pero esto aún no es del todo preciso. Por contraposición, la coordinación bimanual iniciada hace un año muestra ya gran precisión y organización.

   24 meses: salta y corre, sube y baja las escaleras (sin alternar todavía los pies). Es capaz de asir de pie objetos situados en el suelo y de abrir pomos de puertas. Comienza a vestirse solo, aunque un poco de ayuda no le irá mal.

  30 meses: empieza a poder dibujar un círculo, aunque no alcanzará su precisión hasta más adelante. También es capaz de saltar con los dos pies juntos.

   3 años: ahora sí, sube las escaleras alternando los pies, mantiene el equilibrio sobre un pie y es capaz de vestirse él solo sin ayuda.

   4 años: puede copiar un cuadrado y un rectángulo.

  5 años: es capaz de copiar figuras geométricas básicas con bastante precisión y es hora de aprender a atarse los cordones, tarea nada fácil aunque parezca lo contrario.

Como signos de alarma es necesario destacar la ausencia de soporte cefálico a los 3 meses  o la no deambulación a los 18 meses.

Es importante remarcar que un correcto desarrollo motor implica la maduración de diversos circuitos cerebrales, no sólo los circuitos motrices como tal. Para el desarrollo correcto de una conducta, tiene que haber también un desarrollo visoespacial paralelo, por ejemplo.

El desarrollo de la conducta motora es el reflejo de la maduración cerebral subyacente, de por ejemplo las vías sensitivas, motoras, cerebelo, cuerpo calloso, áreas de asociación, etc. Además las habilidades motoras más complejas como sentarse o caminar se desarrollan en paralelo a la mielinización cerebral.

También nos gustaría recordar que estos datos son aproximados, no exactos. No hay que alarmarse si nuestro hijo tiene 12 meses y es muy patoso caminando. En caso de cualquier duda, lo mejor es acudir a nuestro pediatra, quien seguirá la evolución del niño y detectará posibles retrasos madurativos, así como orientará en caso de necesitar una intervención.

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Bibliografía consultada:

Rosselli, M., Matute, E. y Adilla, A. (2010). Neuropsicología del desarrollo infantil. México: El Manual Moderno.; “Tabla de desarrollo Haizea-Llevant (0-5 años)” Gobierno de La Rioja. Consejería de Salud, Consumo y Bienestar Social.

Judith Mata

Psicóloga General Sanitaria / Neuropsicóloga (col. 22.407)